lunes, 27 de julio de 2009

Entre el miedo que viene, la risa y la vida que crece en un vientre... me quedo con la alegría.






Hugo está creciendo y nos sorprende cada día con las ocurrencias, su razonamiento y la manera de unir emociones, palabras y situaciones que luego cuenta sin parar de hablar. Me dicen que estuvo mirando con atención la ecografía de ¿su hermanita?, no se sabe pues tenía las piernas cerradas... vaya¡. Entre miradas y miradas estaba atento a todo, luego, en la casa, entre cuentos y risas, jugando al cotilleo del niño que lo vió todo, relata que ha visto a su hermanito, da todos los detalles posibles y le preguntan... "¿como es?"... "Negro".
No sabe que fué por una ecografía, ni que posiblemente sea hermanita, tampoco tiene idea del tiempo que lleva allí, en el vientre de su madre, ni siquiera se imagina que es fruto de una imagen en una pantalla donde no se tal cual es, para él su hermanito o hermanita es negro, tal cual lo vió y con la naturalidad que le caracteriza ya lo quiere. Hugo no tiene prejuicios, ni los tiene ni se los inculcaron, no le importa, no lo ve diferente y si fuera negro, da igual, es suyo, le une una pertenencia común, un vientre común donde ambos convivieron, sabe que tiene que esperar a que se haga más grande para tocarlo, para hacerlo sentir su cariño, para compartir con él cuanto posee... el amor de sus padres y de quienes le rodean y ni espera entender que dos padres blancos no suelen traer al mundo niños negros, para él su supuesto color de piel no es más que una característica, no es algo significativo, no le señala ni transforma en nada, no deja de perder toda la importancia que supone estar en el médico y verle en la pantalla, no quiere dejar de pensar en aquello que le dará de sus cosas, en los juegos que hará y los lugares privados donde no le dejará entrar, ni se plantea negarle un ápice de cariño ni ración de besos al niño que viene y... puede ser de otro color, al menos del color que devuelve la pantalla.
Hugo es limpio y acepta, respeta y ama, se limita a amar al otro tal cual es, respetando sus diferencias y dotando al otro de niveles aptos para la máxima tolerancia de que ama, de su hermano que le espera y mira atento, entre risas y cuentos que cuenta, a una pantalla que devuelve una imagen negra. La misma tolerancia que sacará a la luz cuando el niño o la niña vea el mundo y deje tocar a Hugo su piel rosada y blanca que traerá, piel que solo servirá para cubrir un corazón que late y ama como él mismo hace.
La vida transcurre entre conciertos de música dulce, canciones de amor y de niños cubanos que duermen llevados de la mano por nanas en boca de mujeres fuertes, manos grandes que vuelan y dibujan en el espacio del teatro mariposas que pretenden alcanzar el palco donde descansa el hombre solo de un calor infernal en este mes de Julio.
El corazón del hombre salta entre noticias de vida que viene, de preparaciones para la gripe infernal que asusta a media humanidad y deja tranquila a la otra media que la desconoce; un corazón que va mirando como pasa el verano y disfruta hablando de ballet en las Cuevas de Nerja, de flamenco en el Generalife y de una huida de la feria cercana que inundará las calles de esta ciudad regándolas de alcohol y cuerpos sudorosos, tiempos en que el hombre solo buscará la paz en moragas nocturnas entre amigos y risas, con el frescor del agua tocando su piel a la luz de una luna nueva y que antedece a la luna mora de festivales en Septiembre.
Mientras todo eso pasa el corazón quiere bailar, descubre nuevas música y encuentra un grupo de Soweto, música viva que hace vibrar al hombre solo y, estando quieto, no puede dejar de mover aunque sea los dedos de los pies, y es que la vida penetra por los poros cuando se la deja, aun siendo negra.
Esta noche el frescor entra por la ventana, se oyen las gaviotas hablando mientras vuelan, cohetes de fiestas marineras en la lejanía y se huele a mar, hasta aquí me llega el olor a mediterráneo que inunda el cielo negro repleto de estrellas, un respiro a la mirada tras la ventana y al corazón que espera saber que el amigo está más tranquilo, con su pozo de serenidad más lleno, menos desesperado y entregándose a quien abandona este mundo lentamente, doliendose de irse y con la mano llena de caricias del hijo que le ama.
Una vida viene, otra se va, el ciclo que sigue el curso sin hacer posible detenerlo, el devenir de un tiempo que se regenera continuamente. Solo queda al hombre solo esperar ese abrazo de intimidad que permita transmitir, sin palabras, el puro sentimiento vivido en este tiempo sin cercanía.
El hombre solo baila solo, musica negra que engrandece este corpachón blanco, que remueve hasta la última gota de sangre de un hombre grande que salta de vida en la intimidad.


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