sábado, 29 de agosto de 2009

"Ya perdoné errores casi imperdonables, intenté sustituir a personas insustituibles y olvidar a personas inolvidables". Charles Chaplin.


Gustavo Poblete Catalán
Pintor chileno ( 1915 - 2005 )



Una mañana nueva, parece que de un tiempo nuevo, en esta ciudad que poco a poco se va metiendo en mis adentros, esta Málaga ruidosa, terriblemente invadida por motos de escape libre, coches tuneados que atronan la noche y el día, las horas de siesta y el tiempo de paz que se puede buscar en un paseo por el centro; calles recuperándose de los diez días de botellón callejero y oficial en que se ha convertido la feria, ese espanto incontrolable de borrachos y meones callejeros, de desnudos alcohólicos y olores a todos menos a salubridad. Se afanan los equipos de limpieza en devolver a el casco histórico antiguo de Málaga, que se esconde entre tanta basura, dejadez municipal e inoperancia de quienes vigilan por un lugar visitado por miles de turistas, rincones que ofrecen belleza, cotidianidad, bondad y sonrisas de quienes se conocen, ven y reconocen tras el espanto de una locura alcohólica a mediados de Agosto, este mes caluroso que no deja respirar ni permite gozar del olor a jazmines, buganvilla y mar que suele ofrecer la ciudad tranquila, cuando lo es.
Una mañana en que el "hombre solo" se aventura a retomar sus paseos por el centro, a tomar la ración de churros de Rafael en Doña Mariquita, en plaza Uncibay, un rincón hermoso donde las noticias del periódico duelen menos al bolsillo y al alma, permitiéndose acudir a la cererería de Calle Santa María, cercana al café de Chinitas, escuchando conversaciones de siempre, las dejadas en Julio, antes de la debacle. Mirar el escaparáte de la sombrerería El Cid, buscando el nuevo sombrero para el otoño, ese tiempo de paz en Málaga, donde las calles huelen a calle, los hombres y mujeres de esta ciudad pasean amablemente por calle Larios, Granada, San Juan, Nueva... escuchando, de nuevo, las piezas clásicas que ofrecen los músicos callejeros, admirando el arte de los mimos y estatuas humanas que engalanan las tardes frescas de un verano que termina y un otoño que comienza.
La ciudad se viste de serenidad, las playas se disfrutan en paz, con menos gente y más color del sol, con atardeceres más naranjas y amaneceres donde revientan las nubes en naranja vestidas y pellizcadas por el astro al amanecer. Se huele diferente, se vive distinto, se pasea mejor, el pescaíto sabe de otra manera y el vino rosado, fresquito, regando las noches en cualquier terraza y acompañado a una hermosa fritura. El Pimpi retoma su tiempo, deja el folklore y vuelven las tertulias, el vino dulce se apodera otra vez de la bodega y sus maderas escuchando de nuevo conversaciones de amor, amistad, lectura y filosofía. Comienza el curso y se preparan los ciclos culturales, retomamos la vida al fresquito y sereno de mes que acaba en ramadán y llena las calles de blanco salido de la mezquita.
Sonrisas amables de quien te conoce, eres de aqui, vas siendo de aqui y ya formas parte de una ciudad acogedora, de corazón limpio y mirada fresca, de risas contagiosas y ruido terrible, de "lolailos horteras de bolera" con zapatillas doradas o plata, con tatuajes de niños en la espalda y el "te quiero Jenny" que nunca desaparecerá de la piel aunque "la Jenny" se largue con otro. Toda ciudad tiene sus luces y sus sombras, Málaga también.
El paseo continúa con visita al mercadillo de siempre, a esos tenderetes en la calle que ofrecen "los encantes", hermosa manera de llamarlos, porque encantan, es un paseo entre cosas que no necesitas o que no sabes si necesitas... hasta que las encuentras. Me gusta escuchar a las abuelas de mi barrio, pelo recogido en moño, vestidos de lunares que hay que aprovechar y se compraron para pasear por la feria, con la flor en el pelo, y aún queda mucho verano¡¡... "¿Vas a los encantes?". Un lugar donde todo se vende, incluso aquello que te robaron del coche allí lo encuentras, para que te encante de nuevo y lo compres otra vez; fotos de abuelos de alguien que ya no quiere en su pared, lámparas de encaje, videos de "Érase una vez la tierra... el hombre... la música...", tornillos, ropa de invierno y los incombustibles chandals rojos "que son como los de la Belén Esteban¡¡¡".
El calor obliga a un vino fresquito, a la sombra, junto al museo Picasso, entre silencios, tiendas que estaban cerradas por vacaciones y la locura festiva, que exponen de nuevo sus telas al sol, las lámparas marroquíes, las piedras engarzadas en plata y son vistas por parejas de enamorados que pasean la calle, el centro recuperado, el palacio Crópani y su vinoteca, el muso de la música y sus cuentacuentos musicales donde Sandra encanta a los niños con el cuento de la trompeta que hay que buscar.
En la tarde aparece una luna media en el cielo, cuando el azul se va oscureciendo y despide un sol que no olvidó su quemar, una luna que se convertirá dentro de poco en una luna mora de festivales y músicas al fresquito... siempre el fresquito, tan importante fresquito que buscamos los hombre solos, esos que paseamos, bastón en mano, sombrero de ala ancha y respirar profundo, llenando de mar, otra vez, los pulmones que fueron motor para soltar las risas de este tiempo pasado en brazos de la dulzura, el candor, la inociencia de un niño y una amiga que lleva en su interior otra vida, la esperada Martina que vendrá en Diciembre y que da patadas peleando por salir. Tiempo de goce de Hugo en mi casa, de una familia escogida a la que quiero y respeto, que me quiere y respeta, que no me olvida y respeta perdonando los olvidos.
Los días fueron rápidos, dedicados a un niño y girando en torno a él, a la pesada obsesión de mirar cada mañana... "La pantera Liosa"... en esa imposibilidad de la r en boca pequeña, tortura matutina de un niño dulce que pedía atención y sabía encantar con una sonrisa... mis encantes, los encantes de un mercadillo de vida que sigue viva, que hace sentirse pleno a un hombre solo que mira hacia atrás, hacia los meses pasados, los cariños perdidos y los esfuerzos de cariños desperdiciados, a los girones de alma que gente se llevaron y a los que uno ya esta acostumbrado.
Un nuevo tiempo, un nuevo curso, a coleccionar otra vez el curso de inglés, o chino, o italiano, para no estudiar; a retomar las lecturas nunca olvidadas, a vivir los muebles nuevos y la casa decorada otra vez, casa distinta con sábanas de color violeta, entre maderas chocolate y naranja llenando la mirada de serenidad, oliendo a canela y encendiendo velas a Fray Leopoldo de Alpandeire para que se acuerde de quienes quieres.
El "hombre solo" programa nuevo curso, nuevo año, nuevo tiempo... siempre nuevo, cada día nuevo... repleto de los pequeños encantes que ofrecen las cosas pequeñas de la vida, aquellas que hacen una vida grande, la mía, la que tengo, la que hace tender la mano y recoger el pan que la vieja me tiende, entre sonrisas, alegre de verte aún vivo y sabiendo que serás su cliente todo el año otra vez, sacando de la canasta el pan de pueblo amasado a puño, que ya no se hace y que te vende en un mercado del molinillo inspirado por su autor en las pagodas.
Mañana toca caminar hacia el cementerio de los ingleses, a ver las tumbas de escritores inmortales a quienes se olvida entre ruinas a punto de desaparecer... el "hombre solo" no quiere perderse esos misterios y maravillas aun posee esta Málaga que va disparada a ser un disloque de gran ciudad.
Y todo pasó en el día, quedando el olor a mar, ese que nunca se va por más que el hombre se empeñe, ese por el que uno se vino aquí, por su mar, su azul, su luz, su aire... y su fresquito.


sábado, 8 de agosto de 2009

Y Lorca vivió el café de Chinitas y lo contó.




En el Café de Chinitas

dijo Paquiro a su hermano

soy más valiente que tú,

más torero y más gitano.

sacó Paquirri el reloj

y dijo de esta manera:

este toro va a morir

antes de las cuatro y media.

al dar las cuatro en la calle

salieron del Café;

y era Paquiro en la calle

un torero de cartel


Vive el hombre solo
en un lugar privilegiado, no sólo en el corazón de Málaga, por ser el centro de esta ciudad, su casco antiguo y maravilloso que me embruja cada día más, sino que sobre mi techo, unos pisos más arriba, tengo la suerte de convivir con un cantaor flamenco de prestigio, Antonio de Canillas, para mí el amable señor Antonio, que pasea su perrito y me pregunta aún por el mío; siempre compuesto, bien planchao y bien arreglao, a veces solo y otras con Encarna, su señora que apenas puede andar y pasea una sonrisa eterna por el portal de mi casa. Es un privilegio contar con gente buena y sencilla, grandes de fama en esta ciudad y con un corazón limpio que deja ver una persona de bien, nada creidos y siempre dispuestos a un rato de conversación donde "el hombre solo" aprende cosas y encuentra maravillas que salen de la boca de los grandes.


El que se tenga por grande

que se vaya a un cementerio

y verá lo que es el mundo:

¡es un metro de terreno!


Esta letra suele acompañar las actuaciones de Antonio, es una petenera que canta con su voz prodigiosa, una petenera de "La Rubia", la petenera de Málaga, la desgraciada amante del Canario.

"El hombre solo" que, como casi todos los años, repite su visita casi obligada al Generalife, a la ciudad del embrujo nazarí de la Alhambra, entre amigos y risas, cenando en la plaza de la pescadería, tomando churros junto a la catedral en la mañana del sábado o un helado de los italianos, el de jerez con pasas que tanto le gusta, a la una de la madrugada, bajando el bosque de la Alhambra, entre palabras de cariño y crítica artística, con los ojos aún redondos y grandes de mirar un tiempo de baile y flamenco en el escenario del Generalife, tras haber paseado junto a las fuentes repletas de nenúfares y mirando a lo lejos los cohetes que alguien prende a las doce, ritual que mágicamente se repite cada vez que este "hombre solo" sube a la Alhambra y viaja a Granada, recordando amantes de antaño en hostales de la Gran Via, mirando las fachadas grandes y ricas de una ciudad más vacía que otras veces y paseando largamente por Recogidas, después de despedir en la noche a los amigos jiennenses que mañana trabajan, a la madre de mi ciclón Hugo que viene a pasar unos días en casa y llenarme de carreras, gritos, risas y algun llanto el pasillo, los muebles nuevos, la casa decorada de nuevo, las velas encendidas que le esperan y saben que se apagaran, besando una barriga que lleva en su seno lo que se que es una niña y que hará más feliz a mi amada amiga y su guapo, no menos amado, marido.... el "hombre solo" decia... sigue aún en su retina con las luces de un escenario repleto de baile, tacones, flamenco en estado puro, llanto y quejío, a la luz de una luna mora que está llena y sube por un escenario que regala fuegos de artificio a lo lejos, momento mágico que otro verano más, otro año más se repite con un nuevo espectáculo de la gran Cristina Hoyos, esa mujer mueve las manos como nadie, que retuerce la boca y cierra los ojos como ninguna otra sabe hacerlo, que se sabe subir a una mesa y bailar vestido de rojo y admirada por todos.

El día amanece comprando longaniza en la plaza de la pescadería, recordando la cena de anoche y las croquetas de pollo de un rincón mágico de Granada, llenado la bolsa de butifarra blanca y negra, de morcilla de cebolla picante venida de Noalejo, la buena, la que me gusta, la de mi Jaén siempre fronterizo y maravillosamente privado para los pocos que le conocemos. Sigue en Málaga, con prisas de muebles y portadores que me esperan en el pasillo tras atasco en la autovia, como siempre; llenando el tiempo de charla con una vieja amiga, entre prisas de un AVE que se la lleva y la traerá pronto para seguir la conversa sobre teatro, contándome la magia de sus nuevos proyectos, es directora de escena y lo hace muy bien, mira seguro desde un corazón que tiembla de emoción ante las palabras de creatividad que brotan de las bocas de los dos... pasan los años en silencio, nos metemos en conversaciones por email y al fin podemos pasar minutos juntos entre lagrimitas de pollo, vino tinto y poco tiempo para una salida rápida de un tren que la lleva un día a Madrid, al siguiente a Jaén y se lleva mi envidia de saber que pisará la tierra que el "hombre solo" ama tanto.

Un fín de semana grato, pleno de cariño, amistad, bondad, caricias, riiiiiisas y belleza en las manos de quienes me acompañan, el "hombre solo" es feliz, con estas cosas, poquitas y auténticas, pero feliz.

Sigue la vida, el hombre espera, como siempre, espera... a las buenas gentes que pueblan mi casa cuando quieren.

Un largo paseo nocturno al café de chinitas, al de ahora, al que está donde estaba el otro, a ese rincón malagueño hermoso que se esconde de la sombra de una torre sin acabar de la catedral, sigue llenando el corazón de ilusión.



miércoles, 5 de agosto de 2009

lunes, 3 de agosto de 2009

Ciertos recuerdos son como amigos comunes, saben hacer reconciliaciones. Marcel Proust





Sigue avanzando el verano y unos se van de vacaciones mientras otros regresan... "el hombre solo" se reserva sus días de ansiado tiempo sin pensar en crear nada, sin hablar apenas, donde solo pueda escuchar y estar, mirar, viajar, dormir, leer y descubrir nuevas gentes en lenguas y literaturas extranjeras... ¿acentos italianos de la Toscana? ¿puro frances de Normandía? ¿Tierras irlandesas?... no se decide aún donde pasará esos días finales del otoño y quiere llenar su mirada de ocres, de frío y niebla, de conversaciones lentas y suaves, de tiempos encerrados en una buena copa con el grado justo de alcohol.
Llegará ese tiempo ansiado, cuando los demás hayan regresado y el trabajo creativo haya dado sus frutos que ahora se gestan; entre maquetación de una revista que engrose el año vivido junto a mentes enfermas que escriben y cuentan desde la normalidad más absoluta, junto a los pasos nuevos de un psicoballet que se prepara para mostrar la mejor cara a un publico entregado y donde exponer la salud mental ganada a fuerza de músicas, danza creativa y risas, muchas risas acompañadas de horas eternas de constancia... "añadiendo un poco a lo poco y haciéndolo así con frecuencia, pronto llegará a ser mucho" (Hesíodo)... y ese es el pensamiento que nos une y mantiene en la espera constante de quien sabe que hace algo grande para algunos que se sienten pequeños, el sueño a tocar con las manos y que es posible, la belleza.
Los días pasan entre amigos que vienen, otros que se despiden, algunos que lloran en la lejanía por contratiempos que se ayuda a pasar como se puede, prometiendo una vuelta a esa tierra calurosa y que tanto amo, ese paraiso interior que se llama Jaén, pronto será para poder abrazar, besar, reir y escuchar, secar las lágrimas de quien llora y mira al futuro que se gesta, incluso en su vientre y, mientras tanto, da un nuevo rumbo a su vida, nunca, nunca es tarde para sobrevivir.
Los días se prometen llenos de conciertos de clásica, resultado de cursos nuevos de alumnos adelantados en el conservatorio, allá donde el hombre solo quiere aprender violonchelo y cumplir otro sueño, una sala nueva con tintes del XIX y puesta en hermosura para recibir a los amantes de esa buena música que entrega el alma a la serenidad. Soy un afortunado de vivir donde vivo, de mantener mi lugar y haberlo encontrado, entre lo que gusto y disfruto, pasando mis horas eternas entre las obras primeras, las maquetas como las llama el hombre solo de un Rodin maravilloso que crea una esfinge encima de una columna de marmol a punto de saltar, o da vida a la tristeza en hierro o al pensar en un sillón... ese Rodin que nos acompañará hasta finales de Agosto, o aquel otro Picasso renovado por fín en su museo malagueño, donde traen su obra buena, la que siempre debió estar por aqui para ser admirada y es gratis su visita cada ultimo domingo de mes.
El hombre mira por la ventana fresca que deja entrar el aire marinero de esta tierra entrega a la Virgen del Carmen y con sus olores de fiesta aun en la brisa, mirando un cielo azul repleto de estrellas que prometen refrescar los pies y el seso entre las aguas nocturnas de una playa vacía y al calor de un buen chorizo asado en una moraga de Agosto, huyendo de la feria para turistas y buscando el tiempo compartido entre almas que tiemblan al arruyo de un verso, al temblar de una copla bien cantada y de unos acentos aprendidos en miles de kilometros a la redonda y que esta tierra unió.
El hombre disfruta Agosto que empieza y sueña con su Septiembre agotador, con su Octubre prometedor y con la feria de San Lucas, la última de España, antes de irse a las tierras que pueblan ya su cabeza.
Las calles parecen menos bulliciosas en estos tiempos de crisis, la gente está más reservada y Málaga más tranquila, mas serena y más fresca tras el agotador terral de Julio que pensamos se despide ya, aunque algunos días nos vendrán aún.
Sigue el deambular de la creación en psicoballet y en sueños que se van cuajando, en ideas multiples de espíritus creativos que se unieron para poner al servicio de la salud mental de algunos la música, el arte, la belleza, la luz, el color y el dolor... la paciencia infinita y el hacerse más persona para comprender a otras personas.
El hombre disfruta entre lecturas republicanas de otro tiempo, entre historia de un pais que no quiere repetirla y el hombre la aprende para saberse heredero de esa historia y de esa capacidad para no inflingir más dolor al que hubo. Espera el hombre encontrarse con amistades perdidas hace tiempo y que un poco de silencio hicieron más viejas y más deseosas de encontrarse, de contarse vivencias, de acariciarse el alma y el cuerpo y mirarse a los ojos para sonreir... es tiempo de mirar las estrellas bajo el fresco de la noche y si hace frio.... un buen chal sobre los hombros, una taza de te caliente y un chorro de conversación, lo mejor para encender de nuevo al ser.


domingo, 2 de agosto de 2009

Quiero darte un regalo






Quiero también entregarte un regalo, lo más grande que tengo, lo más intenso y puro, lo más querido, lo más sincero, lo más dulce y amargo a la vez... quiero entregarte mis sueños... allá, donde estás, donde sufres y sientes, donde te despides y lloras, donde te lamentas y miras al mañana, donde me dejas esperando tu visita prometida y sigo en la espera, sabedor de que un día será verdad y podremos hablar, mirarnos y callar, abrazarnos y respirar.
Te doy mis sueños Jose, mis sueños y mi sonrisa, es lo más que tengo. Te espero entre el calor del verano.