lunes, 27 de julio de 2009

Entre el miedo que viene, la risa y la vida que crece en un vientre... me quedo con la alegría.






Hugo está creciendo y nos sorprende cada día con las ocurrencias, su razonamiento y la manera de unir emociones, palabras y situaciones que luego cuenta sin parar de hablar. Me dicen que estuvo mirando con atención la ecografía de ¿su hermanita?, no se sabe pues tenía las piernas cerradas... vaya¡. Entre miradas y miradas estaba atento a todo, luego, en la casa, entre cuentos y risas, jugando al cotilleo del niño que lo vió todo, relata que ha visto a su hermanito, da todos los detalles posibles y le preguntan... "¿como es?"... "Negro".
No sabe que fué por una ecografía, ni que posiblemente sea hermanita, tampoco tiene idea del tiempo que lleva allí, en el vientre de su madre, ni siquiera se imagina que es fruto de una imagen en una pantalla donde no se tal cual es, para él su hermanito o hermanita es negro, tal cual lo vió y con la naturalidad que le caracteriza ya lo quiere. Hugo no tiene prejuicios, ni los tiene ni se los inculcaron, no le importa, no lo ve diferente y si fuera negro, da igual, es suyo, le une una pertenencia común, un vientre común donde ambos convivieron, sabe que tiene que esperar a que se haga más grande para tocarlo, para hacerlo sentir su cariño, para compartir con él cuanto posee... el amor de sus padres y de quienes le rodean y ni espera entender que dos padres blancos no suelen traer al mundo niños negros, para él su supuesto color de piel no es más que una característica, no es algo significativo, no le señala ni transforma en nada, no deja de perder toda la importancia que supone estar en el médico y verle en la pantalla, no quiere dejar de pensar en aquello que le dará de sus cosas, en los juegos que hará y los lugares privados donde no le dejará entrar, ni se plantea negarle un ápice de cariño ni ración de besos al niño que viene y... puede ser de otro color, al menos del color que devuelve la pantalla.
Hugo es limpio y acepta, respeta y ama, se limita a amar al otro tal cual es, respetando sus diferencias y dotando al otro de niveles aptos para la máxima tolerancia de que ama, de su hermano que le espera y mira atento, entre risas y cuentos que cuenta, a una pantalla que devuelve una imagen negra. La misma tolerancia que sacará a la luz cuando el niño o la niña vea el mundo y deje tocar a Hugo su piel rosada y blanca que traerá, piel que solo servirá para cubrir un corazón que late y ama como él mismo hace.
La vida transcurre entre conciertos de música dulce, canciones de amor y de niños cubanos que duermen llevados de la mano por nanas en boca de mujeres fuertes, manos grandes que vuelan y dibujan en el espacio del teatro mariposas que pretenden alcanzar el palco donde descansa el hombre solo de un calor infernal en este mes de Julio.
El corazón del hombre salta entre noticias de vida que viene, de preparaciones para la gripe infernal que asusta a media humanidad y deja tranquila a la otra media que la desconoce; un corazón que va mirando como pasa el verano y disfruta hablando de ballet en las Cuevas de Nerja, de flamenco en el Generalife y de una huida de la feria cercana que inundará las calles de esta ciudad regándolas de alcohol y cuerpos sudorosos, tiempos en que el hombre solo buscará la paz en moragas nocturnas entre amigos y risas, con el frescor del agua tocando su piel a la luz de una luna nueva y que antedece a la luna mora de festivales en Septiembre.
Mientras todo eso pasa el corazón quiere bailar, descubre nuevas música y encuentra un grupo de Soweto, música viva que hace vibrar al hombre solo y, estando quieto, no puede dejar de mover aunque sea los dedos de los pies, y es que la vida penetra por los poros cuando se la deja, aun siendo negra.
Esta noche el frescor entra por la ventana, se oyen las gaviotas hablando mientras vuelan, cohetes de fiestas marineras en la lejanía y se huele a mar, hasta aquí me llega el olor a mediterráneo que inunda el cielo negro repleto de estrellas, un respiro a la mirada tras la ventana y al corazón que espera saber que el amigo está más tranquilo, con su pozo de serenidad más lleno, menos desesperado y entregándose a quien abandona este mundo lentamente, doliendose de irse y con la mano llena de caricias del hijo que le ama.
Una vida viene, otra se va, el ciclo que sigue el curso sin hacer posible detenerlo, el devenir de un tiempo que se regenera continuamente. Solo queda al hombre solo esperar ese abrazo de intimidad que permita transmitir, sin palabras, el puro sentimiento vivido en este tiempo sin cercanía.
El hombre solo baila solo, musica negra que engrandece este corpachón blanco, que remueve hasta la última gota de sangre de un hombre grande que salta de vida en la intimidad.


lunes, 20 de julio de 2009

Ve a menudo a la casa de tu amigo, pues la maleza prolifera en un sendero no recorrido.


Claudio "Pocho" Lepratti (Concepción del Uruguay, Argentina, 27 de febrero de 1969 - Rosario, Argentina, 19 de diciembre de 2001) fue un militante social rosarino asesinado en medio de una represión llevada a cabo por la policía de la provincia de Santa Fe.

Hijo mayor de Orlando Lepratti y Dalis Bel, quienes tuvieron cinco hijos más. Cursó la escuela primaria y secundaria en Concepción del Uruguay. Entre 1983 y 1985 estudió Derecho en la UNL como alumno libre.

En 1986 ingresó como seminarista en el Instituto Salesiano de la localidad de Funes, unos 15 km al oeste de Rosario, provincia de Santa Fe). En 1991 abandonó el seminario, fijando su domicilio primero en el barrio Empalme Graneros y un año después en el humilde barrio Ludueña, acercándose a colaborar en la tarea de contención social de los adolescentes del barrio, donde comenzó a participar activamente de las organizaciones de base, que durante más de veinte años promovió el padre Edgardo Montaldo. Al tiempo que militaba gremialmente en la Cocina Centralizada, donde fue delegado y participó de la histórica carpa como uno de los tantos despedidos por su actividad sindical.

Participó y promovió la formación en más de veinte grupos de niños y jóvenes de las barriadas populares de Rosario. Siendo la primera agrupación La Vagancia.

Participó en instancias de coordinación con otros grupos como la revista El Ángel de Lata, el movimiento Chicos del Pueblo, y con todas las comunidades eclesiales de base, como Poryajhú ("pobres" en guaraní), y el grupo Desde el Pie.

Además participaba activamente como delegado de base de la ATE (Asociación Trabajadores del Estado) de Rosario y como congresal de la CTA-Rosario.


El 19 de diciembre de 2001, en medio de la crisis que terminaría con la caída del presidente Fernando De la Rúa, varios policías que llegaron desde de la ciudad de Arroyo Seco, a 30 km al sur de Rosario comenzaron a disparar en el fondo de la escuela. Lepratti subió al techo para defender a los menores que en su interior se encontraban comiendo. Se asomó gritando: “¡Hijos de puta, no tiren que hay pibes comiendo!”. El uniformado Esteban Velásquez hizo fuego con su escopeta Itaka, con balas de plomo acertándole una de ellas en la tráquea, lo que motivó su procesamiento y posterior condena a 14 años de prisión por el juez de Sentencia Nº3, Ernesto Genesio, con el cargo de homicidio agravado por el uso de arma. Además tanto Velásquez como la provincia de Santa Fe fueron condenados a resarcir económicamente a los familiares de la víctima por los daños y perjuicios causados.[1]

La Dirección de Asuntos Internos de la policía provincial había reconocido en un informe que “el asesinato del militante social Lepratti ocurrió fuera de la zona de saqueos y en los fondos de una escuela”, y que “no se justifica haber efectuado los disparos reconocidos, aun en carácter intimidatorio”.[2] Los policías acusados argumentaron que habían abierto fuego porque habían sido atacados a balazos por vecinos apostados en el techo de la escuela. El vehículo policial tenía efectivamente marcas de balazos, pero todos realizados a nivel del suelo.[cita requerida]

Aparentemente una testigo recogió un cartucho naranja, que corresponde a la munición de plomo y lo entregó a los investigadores policiales, pero éstos le entregaron a la Justicia un cartucho verde, que corresponde a las municiones de goma.[cita requerida]

Desde ese momento Lepratti se convirtió en un mártir y símbolo de la resistencia de los sectores más desposeídos de la provincia de Santa Fe.


A modo de homenaje el reconocido cantautor argentino León Gieco lanzó en 2005 una canción llamada El ángel de la bicicleta (con música —una cumbiaLuis Gurevich, un par de músicos del grupo de cumbia Los Pibes Chorros acompañan la obra, tocando el teclado característico de la cumbia villera, y el bajo) donde parafrasea la frase que gritaba Lepratti al ser ejecutado: muy estilizada— del pianista

“Bajen las armas, que aquí sólo hay pibes comiendo”.


Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre.


Una buena amiga, de las que se hacen lentamente y envejecen como el buen vino, dando cuerpo a la verdad y sinceridad que aporta la madurez en la relación, venida hace tiempo de Rosario (Argentina) y que va abriendo camino en su deambular por este país, hija de abuelos españoles, acompañada de marido e hijos y con potente corazón que aún tiembla en las ocasiones más inesperadas, cuando un sentimiento vuela alrededor...; tuvo a bien invitarme a un descubrimiento que tocó el alma del hombre solo y le pidió posar su mirada en León Gieco, un cantautor argentino, hasta ahora desconocido para el ignorante hombre solo y que ha tenido a bien cantar con los grandes entre los grandes, uniendo su voz a la verdad, al dolor de los otros y al mantenimiento de la memoria para evitar repetir los errores.
León Gieco quiere traer al festival de Málaga del año que viene su película documental Mundo Alas ( http://www.mundoalas.com.ar/index_esp.html ), de la que recomiendo visitar su página para descubrir el trabajo de gente que sabe amar, en lo sencillo y sin esperar mucho.
Este cantautor nos trajo el sábado notas que tocaban el alma, palabras duras que sabian a miel, y recuerdos de un tiempo que mi amiga había vivido muy de cerca, que sigue viviendo y que siga conservando en su amor a Argentina, esa tierra de gente culta y sonriente, repleta de hermosos rostros que vieron y vivieron miserias y hoy lucha por seguir sobreviviendo en un mundo que se avecina cada día más diferente, un mundo que se cuece en el horno y al que ellos tienen mucho que aportar.
Se agradece tener amigos que disfrutan con lo que tu mismo, se engrandece el alma cuando encuentra seres que te enseñan, te muestran caminos y descubren mundos hasta entonces desconocidos; al hombre solo le gusta aprender y este fin de semana, como cada minuto que pasa junto a gente grande como su amiga, tuvo la fortuna de recibir lecciones que nunca olvidará y guardará en la memoria, buscando información y encontrando ángeles en bicicleta, gentes buenas y miserias de hombres que hacen llorar a otros, levantándose estos últimos entre sones de música y lágrimas de letras. Encontré la canción del ángel de la bicicleta, personalmente me quedo con la versión de Mercedes Sosa pero aporto a este pequeño mundo de recuerdos cotidianos de un hombre solo que mira y encuentra a través de sus ventana, la original de León, el hombre que sigue amando y construyendo mundos donde la integración entre diferentes es posible, porque ser distinto no es fácil pero cuando se asume, se vivie como tal y se hace el camino propio... hasta se puede llegar a ser feliz, por momentos, encontrando almas que tocan puntos iguales y pueden ser muy parecidas, hasta incluso gemelas.
Goza el hombre solo de sus tesoros pequeños, comunes, sencillos y simples, metidos en corazones grandes y se regoza mirándose en el pequeño rincón que le prestan sus amigos en esos corazones que le regalan en las visitas a casa. El hombre solo, a veces, toca el cielo con la amistad, se engrandece, aprende y se encuentra capaz de seguir soñando a ser más feliz.




lunes, 13 de julio de 2009

Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto, los otros treinta el comentario. Schopenhauer






Pasó el tiempo sin permitir que el hombre solo se diera cuenta de que pasaba. La noche era caliente en un terral que regresaba y las gentes amigas coincidíamos en un concierto esperado largo tiempo, al que una enfermedad puso impedimento años atrás, allá en el 2006 cuando esperábamos la presentación de Rogamar. Llegó su momento, como las cosas buenas en la vida que siempre suceden, antes o despues, pero suceden, como debe ser. Uno no espera, porque desconoce siempre del todo a la gente, encontrarse con quienes ve a diario, esos que, como uno, guardan cosas íntimas, gustos por músicas, sorpresas pequeñas que hacen sonreir a los otros cuando nos encontramos en lugares comunes, compartiendo una sonrisa cómplice que dice... "¿Como no ibas a estar aqui?".
La noche se promete dulce, miradas desde un palco y sonrisas a lo lejos a conocidos que saludan, espera con fresco de teatro del diecinueve, otra noche más entre los azules de un teatro conservado y entregado de nuevo al placer de los sentidos.
El público viene entregado y el escenario, que en noches anteriores se vestía de luz azul, lo hace ahora del verde más hermoso que se pueda soñar, en reflejos de una tierra lejana que lleva en propio nombre el color de la esperanza, Cabo Verde. De allí nos llegan los sones de este día, la voz profunda, honda y caliente de una mujer que entra en el escenario descalza, como siempre, con pasos lentos y temerosos, la edad no perdona y, si bien conserva la mente y la voz fresca, el cuerpo se ve dañado. Camina lenta, mirando el suelo, sola y entre maestros de una música que nos hace saltar al primer acorde, sonrie y no habla, solo lo hará en contadas ocasiones y en portugués, ella está de vuelta de todo y el que quiera entender que la entienda en su lengua, para eso es ella. Justo a mitad del concierto, cuando lleva medio Rogamar presentado, ese disco que habla de rogar y de mar, de plegarias frente a un mar que la llena y despierta miradas de melancolía, de amor perdido y vivido, de encuentros y desencuentros con el otro y los otros, ese mar al que canta y se entrega, mirando al suelo, visionando sus aguas, sin apenas moverse, llevando el son con los dedos de los pies y leves movimientos de cadera, lo que le deja el cuerpo... es entonces cuando nos habla de nuevo... "Ahora les dejo con una cancion instrumental y yo me voy a fumar"... carcajada general, que aumenta cuando no se va, se sienta en una silla en mitad del escenario, frente a una mesa, sonrie, escucha la canción y fuma su cigarro lentamente... insisto ella puede, es la diosa descalza que canta morna, su musica.
Llega la hora de presentar a los musicos, lo hace con elegancia, prestando toda la atención a su gente y, al final, nos dice... "Y yo, Cesaria Evora".
!Cuanta humildad alberga alguien tan grande¡, una mujer que se sabe reina de una música que envuelve, que trae a gentes de lugares lejanos, que pagan lo que sea por verla, que la siguen desde hace años, que la quieren y respetan... y se descubre presentándose, como si hoy comenzara por primera vez en el mundo y fuera el primer concierto. Las gentes grandes son sencillas, ella lo demuestra y lo es.
Sigue la noche entre sones, bailes, levantándonos para danzar, como ella nos pide, se la hace salir al escenario entre aplausos, entre palmas que siguen el ritmo y el son de Andalucía, que marcan el son y la sorprenden, nos regala un par de canciones más y dice... "Chau".
Un adiós que sabemos puede ser para siempre, un hasta luego de una mujer que nació pobre, humilde y llegó donde quiso, logró hacer ver el brillo de su voz, de su gusto, de su creatividad, admirada por Caetano Veloso, grande entre las grandes y Cesarea para todos.
Otro vermout sirve de pista de aterrizaje para palabras de pensamientos dulces, para entregas sin tiempo a la noche y las amistades, para conocerse aún más entre recuerdos de lo vivido y escuchado, sabedores de que hoy, de nuevo, la magia tocó un escenario que huye de un verano caluroso y da frescor en el terral de esta Málaga adorable, de estos tiempos que van pasando, al encuentro y espera de amigos que vienen, reformas de hogar para recibir y disfrutar del ruido de una calle que no cesa, la molestia de algun mosquito que se atreve a entrar en el palacio del hombre solo y de las noticias y risas a través del hilo telefónico que le regalan a este hombre al que le cuesta cada día más caminar. Ahora le toca la espera a Omara Portuondo, otra grande.


jueves, 9 de julio de 2009

La esperanza es el sueño del hombre despierto. Aristóteles



Baja el terral, ese viento que solo afecta a Málaga y que viene de tierra adentro, creando el microclima tan molesto algunos días del verano, la temperatura sube y no hay remedio para ella, cuesta respirar y te sientes fundir por un sol sin compasión.
Las noches son más apacibles ahora y el aire fresco del mar entra por la ventana, los pies descansan tras caminar por calles en fiesta, con teatro de calle y sorpresas pirotécnicas al ritmo de tambores, metido entre hombres vestidos de toro y gentes que admiran la capacidad de expresión que nos trae el mundo a las calles malagueñas.
Una noche más y el teatro Cervantes abre sus puertas a la música, al fresco mediterráneo que apacigüe este sopor veraniego; el escenario se viste de azules que inundan la platea, gente dispuesta entre palcos del XIX, un teatro romántico se va llenando de sones griegos.
Músicos que hacen sonar sus instrumentos siendo antesala de la elegante Ελευθερία Αρβανιτάκη en su gira española. Comienza el espectáculo ante un público ya entregado en el comienzo, Meno Ektos es la entrada que nos ofrece esta mujer vestida de blanco y gris perla, de melena rizada y suelta, sonrisa amplia y mirada que busca la aprobación de quienes estamos aquí.



Meno Ektos (Me quedo fuera)

Compositor: Ara Dinkjian
Letrista: Lina Nikolakopoulou

Me quedo fuera, me acuerdo de nombres
Corro a la velocidad de la luz.
Me quedo fuera como unas bocas
que un loto ha mandado fuera del mundo.
Mis noches solteras
canto canciones armenias
Quiero volver
pero el paraiso está cerrado.
Mil noches solteras
canto canciones armenias.
Quiero hablar
Pero mi lugar está apagado.
Me quedo fuera, hablo por cable
Me deslizo en el silencio como un águila
Me quedo fuera como algunos dibujos
que ha hecho en la arena un creyente.


Avanza la noche y esta mujer se emociona con un público que vibra, canta y habla griego para ella, baila en pasillos rompiendo la seriedad de un teatro que se impone y se deja violar desde su estructura formal, convirtiéndose en lugar mágico y pleno de magia musical, de olores dulces a vino de pasas, de tierras cálidas y sonrisas amplias, movimientos dulces y chasquido de dedos que bailan dejando volar las manos en figuras geométricas imposibles que visten el aire. La compañía es agradable, el espectáculo total y el "hombre solo" recibe la recompensa soñada, ansiada desde el año pasado en que anuló su gira a España y no se la pudo ver en los escenarios.
Las sorpresas no abandonan la noche y se producen encuentros con gentes que el hombre no podría imaginar, seguidoras de Elefthería, desde hace años le comentan y pasamos minutos entre un pequeño tapeo donde repasamos la discografía de una señora que canta y abre Grecia al mundo con la entereza de quien se sabe heredera de tradiciones nacidas del sentimiento milenario.
El público pide una y otra vez que salga a saludar, que cante de nuevo y no se vaya, se convierte la noche en dos horas de concierto especialísimo que hace brotar unas lágrimas sinceras en Elefthería, emocionada y que se deja descubrir por quienes estamos en palcos cercanos a ella que nos permiten sentir la emoción en un alma sensible.
Canta en español, en griego, nos habla en inglés, se mueve en su propio idioma, y todo vale pues la conexión está, la magia se dió, llegó al alma y descubrió la suya.
Un paseo entre el frescor que permite este terral que ha decidido retirarse, dejando la noche para ser paseada en la playa, apoyado en un bastón que previene, donando miradas de plata a un agua mediterránea de luna que se refleja en las olas; entre amantes furtivos que suspiran haciendo el amor en la arena, rozando a pensadores que dejan reposar su alma y la lavan a la luz de una luna llena purificadora de las joyas vivas que andan por aquí.
El hombre se ve más viejo, con otro sueño completado, a la espera de Cesárea, sabiendo que es una despedida, nunca más la volverá a ver y la añora, preparado para soltar alguna lágrima solitaria escondida y protegida por las cortinas del palco; recordando la Lisboa de antaño entre sudores de sexo y la mirada verde que se perdió para siempre, reencontrando a esta caboverdiana tras años de transformación y conserva de los principios básicos, como su música.
El hombre se mira adentro, se recuerda gran fumador de pipa, barbudo tras el sufrir de la pérdida, escondido en gafas oscuras y rotundo negro en su vestir, de mirada gris y agotada, con el libro de su vida escrito en la memoria y sin darse cuenta que, tras puertas cerradas, heridas del corazón irreparables, allá, en los adentros de un corazón que latía, nacía la esperanza, vivía la luz de un patio interior que esperaba ser adecentado, al que se atrevió a dar cancha y permitirle vivir.
El hombre piensa mientras camina, respira el aire marino, entre suspiros de amores furtivos de playa, junto a olor a marihuana que alguien fuma cerca, acariciando un perro de otro y manteniendo un equilibrio imposible en la arena de la noche, es la bahía de Málaga, sus brazos abiertos y su tierra que no trae el terral sino una voz griega que aun resuena en el corazón grande del "hombre solo", que aún vive y sueña, que perdona y se perdona, que quiere y se quiere, que espera amar y contarlo.

domingo, 5 de julio de 2009

No es difícil llorar en soledad, pero es casi imposible reír solo. Dulce María Loinaz.


Foto: David Doubillet



Entre acordes de Paganini, en un festival hermoso de música a la que llaman antigua, y mirada a los sonidos llegados de Turquía en voz de mujeres valientes, de mirada oscura, profunda y fuerte, de ricas melodías que transportan el alma del "hombre solo" a la Capadocia más hermosa, esa que le descubrió la arquitectura eterna que mira al cielo y al hombre de Gaudí, en la amada Barcelona... se limpia la casa, se amaina el temporal de alma agotada por el terral que ya llegó el viernes y solo se apacigua entre las aguas frescas de un baño nocturno, en el caminar lento, relajado y dejándose mimar por una arena blanca que miran peces que no se ven y medusas que tampoco pero amenazan la integridad en horas de agua caliente, suerte que a estas horas y a este hombre les gusta el agua fría, esa de la que huyen las medusas de larga cabellera que alimentó la fantasía helénica.
El terral continuará más días y será vecino que nos visita durante el verano en Málaga, la brisa marina le vence, en ocasiones, y permite mirar a la bahía, encontrando los grandes cruceros que llegan a la ciudad, islas de placer que van tocando puertos y recalan aquí buscando a Picasso y el mar, el hombre y su obra, una catedral manquita y un vino dulce entre poemas en el Pimpi.
Málaga se brinda en verano y entrega como amante caprichosa y mimosa, da colores, olores y sabores, llena de músicas libres y teatro en la calle, piruetas de artistas argentinos que caen de telas uterinas ante nuestros pies, entre fuertes tronadas invitando a bailar, a seguir el ritmo y perder, por segundos, el miedo a las miradas de otros.
Se desean las visitas de amigos y se piensa en los que no vienen, se repasa y repara la casa para estar a punto y recoger el cariño de quienes dan su cariño al "hombre solo" y le acompañan en el deambular marinero, buscando entre los delfines de una bahía marbellí las palabras de la madre muerta y entregada en ceniza al altar profundo y submarino de la Virgen del Carmen.
Son días de procesiones marineras, de tradiciones que sacan imágenes preñadas de mar contenidas durante el año en hornacinas submarinas, dejándose adorar entre cuerpos sudorosos y medio desnudos, entre pechos que brillan y tragos de vino fresco para cantar con más fuerza y abrir las gargantas, el espìritu y la bondad de unas gentes malagueñas que cada día más me alegro de conocer.
El "hombre solo" mira hacia dentro, tras la casa limpia en la mañana de domingo, entre vidrios resplandecientes y resquicio sin polvo instaurado por el tiempo ,sin paciencia para limpiar y alisar este albero que se cuela por la ventana, se busca y encuentra entre letras de poemas argentinos recien descubiertos en el mundo cibernético, junto a postres bien dulces y novedosos, entre ideas de como hacer el mundo de quien se ama más feliz a través del buen yantar, metido buscando heridas que dolían y pareciera no existen, solo quedan cicatrices, nada más, sigue la vida y es un hombre que pasea su pelo suelto que mece un aire reparador, su mirada se va posando sobre situaciones inesperadas y sorprendentes, ironizando con el dolor de otros para ver si así es menos dolor, llorando cuando se lo piden y haciendolo cuando no le miran también.
Un hombre que espera noticias de otro hombre que sufre, que calle y sufre y este espera, solo espera; le dijeron un día que ahí consiste parte de la sabiduría, en saber esperar para luego poder saber estar y a este "hombre solo" le gusta estar, le agrada ser compañía, darse y entregarse, se siente más libre cuando lo hace.


miércoles, 1 de julio de 2009

De momento no sufro de locura... pero la disfruto a cada momento¡¡¡


Los burgueses de Calais

Monsieur, sería una gran desgracia permitir que esta gente muera de hambre si podemos encontrar una alternativa. Estoy convencido de que cumpliría la voluntad de mi Dios si me ofreciera por estas personas y me entregara así como el primero en salir descalzo y con la cabeza descubierta, vestido en camisa y con una soga alrededor de mi cuello y me entregara a la voluntad del rey inglés.

Estar a solas con un enfermo mental es descubrir un mundo oculto tras el cual se sufre el doble, lo de dentro y lo de fuera. Es dificil mirar a la cara de alguien que parece que la tiene de cera, con los ojos brillantes y hundidos en unos huecos que sobresalen más de los normal, dejando bordes donde los párpados se clavan como agujas que también duelen a esa mirada hacia dentro que el enfermo hace, donde descubre ese terror de imágenes, a veces radiales, en otras superpuestas y con banda sonora de sonidos, voces donde los coches hablan, las motos insultan, el aceite te anima a matar o las paredes te piden que saltes por el balcón.
Un joven sin vida, con una hermosa faz de cera y ojos profundamente negros, pestañas salidas de pinturas gitanas de Romero de Torres, labios carnosos y rojos que hablan de derechos sin obligaciones, manos de dedos largos y huesudos, mirada perdida que sale de un mundo negro a otro sin futuro, tristeza de un alma que no recuerda historia y no busca dejar huella en el mañana incierto, en soledad, sin amor ni sexo provocado por una impotencia de antipsicóticos, relajantes, inductores del sueño...
Una escucha que intenta ser efectiva y se ve perdida, a veces, entre recuerdos propios que tocan el alma y encuentran identificaciones, pérdidas, traiciones de amigos que abandonan, soledades de llanto y miradas negativas a los tiempos que no se ven venir ni llegan cuando se les esperan.
Y entonces encuentras que la risa, el humor, la caricia de unos dedos que se dejan recorrer con aporte de seguridad, de compañía, sin temor a la violencia que podría surgir de esos ocultos que aconsejan matar, del yo que está dentro y sale buscando protección tras el ataque.
Sabes que no salvas el mundo, solo apaciguas un mar interior que bulle y ruge como hirviendo, rompiendo las serenidades falsas que aportan las adicciones, un tabaco continuo, el hachis y la coca, la mezcla y la medicación gratuita que cura y sirve para unir a productos que excitan, que sacan fuerzas al cuerpo inerte, pasivo y doliente, gastado por los dolores internos de una mente herida.
Te atreves a sacar el dragón que lanza fuego desde dentro, a través de una boca que insulta, de una mente que se niega a regir pues ello implica compromiso, relación, descubrirse, encontrarse, soportarse y quererse, respetarse... mirar al mañana y construir... demasiado para una sola persona, enferma y complaciente con su propio dolor, que encuentra en sí el morbo que facilita el estar mal, saberlo y regustarlo como si de una boca llena de sabor a regaliz se tratara.
El sabor a regaliz que se hace patoso, como el olor a muerte; cuando se huele un muerto no se olvida nunca, estar cerca es sentirse inmerso en algo pastoso, que lo envuelve todo, que nos deja pequeños en algo que no controlamos y que nos hace el respirar más pesado, más gordo, más intenso, un olor como el olor a gas, como el de fango, como el de lo negro que lo cubre todo, como el de las voces que salen del dragón e inundan lo que vemos.
Y entonces ries, sacas recursos, recuerdas que estas para ayudar, para acompañar, tender dedos que agarren dedos, poner puentes entre las palabras y establecer comunicación con el niño agredido en el ayer y mirar a los ojos del hombre del hoy con cara de sera, es entonces cuando sientes, cuando encuentras la verdad de quien miras y te mira, cuando tocas el alma de un ser sensible y sabes que está venciendo al dragón, que su boca de fuego ahora es de humo, que apagó el incendio interior y te mira, con sus ojos negros clavados entre párpados espadas metidos a puñaladas en la cara de cera, y los dedos se avergüenzan de tocar los tuyos, se echan para atrás, van sucios de tabaco, de coca, de mezcla, de humo de quemar adicciones... pero van sin temblor, distintos a como vinieron.
Y descubres que no sufres de locura, pero esa locura de estar allí, en el momento, en el tiempo preciso... te hace disfrutar de tu propia locura y es entonces cuando... sonries, sacas tu corazón al fresco de la calle, lanzas una mirada hacia el azul del mar que se ve por la ventana de tu despacho, preguntas... "¿Estas bien?"... "No, pero estoy contigo"... y sabes lo que dice, lo que siente no pero sí lo que quiere sentir... y tu, en ese momento, eres un poco más feliz, él lo nota, te preguntas a ti mismo... "¿que hice?"... "ESTAR, SOLO ESTAR".
Y recuerdas lo importante que es estar, lo que te dolio cuando no estuvieron, el daño que hiciste cuando no estuviste... y te pides perdón, a tí y a quien no puedes pedírselo, te prometes que lo harás y cuando te quedas solo lloras.
De momento no sufro de colura... pero la disfruto a cada momento¡¡¡
En la noche te vas a un concierto, eres un privilegiado porque Ara Malikian toca para ti, para muchos y tambien para tí, y... como si te la dedicara, interpreta de forma magistral "Lágrimas de cera", una lágrima rueda por tu mejilla, no la evitas, la dejas caer y se va en ella todo lo negro de la mañana, de la soledad compartida, de tu estancia a solas con un enfermo mental.
Sigues viviendo y gozas del maravilloso mundo de un hombre que habla a través de sus dedos, su violin y su música, descubres que el sentimiento y su descubrimiento es común a quienes son sensibles, no te encuentras diferente y te sumerges entre las notas, la dulzura y el suave acariciar de una melodía, eres feliz, lo justo pero feliz.