Tengo un amigo que anda sufriendo la pérdida lenta de su madre, acaricia su mano cuando puede y le dice al oido que la quiere. No puede decir mucho más ni conversar con ella como antes, el coma, dicen, no admite respuesta. La memoria del hombre solo le trae un tiempo de hace tres años, mismos días y mismo dolor, aquel en que dolor que provoca la soledad que se viene partía de nuevo un corazón dolido que el hombre lleva consigo.
Los dedos de un hijo acarician la mano sin vida aparente de alguien que se va, una mano enjuta y reseca de líquido que enrojezca la piel blanquecina, una uñas blancas perfectas y un tacto dulce que aún queda en el cuerpo inerte, un olor a ella que nunca se olvidará y el latir pausado del corazón que se va desinflando en su caminar. Sé que los ojos se humedecen y las lágrimas del hijo buscan ser consuelo en estos días, sé que el cariño es refugio donde mi amigo se esconde y espera que pase el tiempo, confiando en la fé que ella tiene y él comparte, que la memoria le traerá el cuidado eterno que ejerció sobre él y confía en que así será, le digo que así seguirá, sin duda.
Huyo de casa en los días de calor húmedo que me trae una ciudad ralentizada por este sopor veraniego, entre fiestas en la playa y dias de noche sanjuaneras por venir, pidiéndole al agua que limpie lo malo y traiga lo bueno, que la magia de las horas nocturnas y su baño purificador devuelvan al hombre su fé en el mañana. Camino por una playa desierta a estas horas y el aire remueve mi pelo suelto, que juega a esconderse entre la rachas de brisa azulada que refresca el cogote de un pensador sentado en la arena, alguien solo como yo y que mira el horizonte, no le veo su cara, solo el cogote, es el mismo de ayer, de antes de ayer, el mismo de muchos últimos días y lo será tambien de mañana, un cogote que sale de una camisa azul, pieza de un uniforme de conductor de autobús, un hombre que viene a dejar caerse la tarde y esperar las horas de noche al abrigo del mar, quizas dejando escapar las soledades que van de la mano con los suspiros solitarios en una playa vacía. Me he enamorado de un cogote, lo visito, lo sigo, lo espero y lo entiendo... un cogete azul de pelo negro perfectamente recortado y que me permite crearme una historia imaginaria que me trae sueños de un pudiera ser y eso hace que el alma tambien juegue al escondite con el aire que viene del mar y huele a mar, y sabe a mar, y vibra a mar.
Mi cogote solitario, la arena, la playa, el atardecer, el sonido de las olas rompiendo lentamente y el recuerdo vivo de un tacto dulce en mis dedos, latir que se fue hace tres años y quiero que vuele hasta Almería, hacia una cama y su apoyo, hacia una madre y un hijo que se despiden para siempre y se quieren y se lo dicen y se echaran de menos y se respetaron... y serán, siempre serán.
Los dedos de un hijo acarician la mano sin vida aparente de alguien que se va, una mano enjuta y reseca de líquido que enrojezca la piel blanquecina, una uñas blancas perfectas y un tacto dulce que aún queda en el cuerpo inerte, un olor a ella que nunca se olvidará y el latir pausado del corazón que se va desinflando en su caminar. Sé que los ojos se humedecen y las lágrimas del hijo buscan ser consuelo en estos días, sé que el cariño es refugio donde mi amigo se esconde y espera que pase el tiempo, confiando en la fé que ella tiene y él comparte, que la memoria le traerá el cuidado eterno que ejerció sobre él y confía en que así será, le digo que así seguirá, sin duda.
Huyo de casa en los días de calor húmedo que me trae una ciudad ralentizada por este sopor veraniego, entre fiestas en la playa y dias de noche sanjuaneras por venir, pidiéndole al agua que limpie lo malo y traiga lo bueno, que la magia de las horas nocturnas y su baño purificador devuelvan al hombre su fé en el mañana. Camino por una playa desierta a estas horas y el aire remueve mi pelo suelto, que juega a esconderse entre la rachas de brisa azulada que refresca el cogote de un pensador sentado en la arena, alguien solo como yo y que mira el horizonte, no le veo su cara, solo el cogote, es el mismo de ayer, de antes de ayer, el mismo de muchos últimos días y lo será tambien de mañana, un cogote que sale de una camisa azul, pieza de un uniforme de conductor de autobús, un hombre que viene a dejar caerse la tarde y esperar las horas de noche al abrigo del mar, quizas dejando escapar las soledades que van de la mano con los suspiros solitarios en una playa vacía. Me he enamorado de un cogote, lo visito, lo sigo, lo espero y lo entiendo... un cogete azul de pelo negro perfectamente recortado y que me permite crearme una historia imaginaria que me trae sueños de un pudiera ser y eso hace que el alma tambien juegue al escondite con el aire que viene del mar y huele a mar, y sabe a mar, y vibra a mar.
Mi cogote solitario, la arena, la playa, el atardecer, el sonido de las olas rompiendo lentamente y el recuerdo vivo de un tacto dulce en mis dedos, latir que se fue hace tres años y quiero que vuele hasta Almería, hacia una cama y su apoyo, hacia una madre y un hijo que se despiden para siempre y se quieren y se lo dicen y se echaran de menos y se respetaron... y serán, siempre serán.
3 comentarios:
Hola amigo,
como siempre atraves de tus palabras y lo que tus ojos ven, puedo estar allì, en tu playa, a desfrutar de la brisa, con tus palabras que como siempre llegan al corazòn de quien te sigue...
Un abrazo fuerte es para ti... hasta allì...
Me has emocionado con la historia de tu amigo, sé lo mal que se pasa en esos momentos, espero que encuentre consuelo en la fé y que nunca nunca pierda la esperanza. Un abrazo.
Una historia emocionante que me me ha robado algunas lágrimas, por su contenido tan hondo y por la calidad para describirla. Magnífico. Felicitaciones!
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