Llegan días que no esperas y, de repente, sientes que te faltan ganas de seguir defendiendo tu criterio, que el trabajo se convierte en tedioso cuando has de justificar cada uno de tus actos, aunque nadie los juzgue ni tampoco lo pidan pero es costumbre hacerlo para no herir sensibilidades y crearte problemas. Jornadas en que mirar a los ojos de los demás es encontrar silencios pues todo el mundo sabe la respuesta y no quiere decirla, levantas los ojos al cielo y encuentras esa neblina húmeda que aumenta los grados de calor y pone las almas de quienes te rodean pesadas, angustiosas y desesperadas... y te empiezas a contagiar.
Recibes noticias que no quieres y se aguan planes que tenías, visitas deseadas desaparecen por arte de magia y te quedas triste esperando que pronto llegue ese momento en que encontrar lugares comunes para que toquen la misma melodía los dos instrumentos del alma, la vida es así... sorpresiva.
Semanas que son agotadoras y te hacen llegar a la última, esa donde se deshacen todos los entuertos y se ponen sobre la mesa todos los finales para dar inicio a nuevos proyectos que saneen tu mente y tu alma, que permitan a la creatividad renovar tu futuro y dar alas a los sueños azules y malvas que inundan tu locura.
Y vas por un puente, el de siempre, regresas del día meloso y gris, cabizbajo, sin ganas de nada, solo de dormir y desaparecer por un rato y... de sopetón te encuentras a la suerte, un ángel extraño te libra del encuentro con la muerte y hace que un coche se estampe contra la barandilla del puente, quede medio chasis en el aire y tu a dos metros, pegado a un cuerpo que salta de una motocicleta salvando su vida y cayendo en tus brazos. Miras la cara atónita de ojos azules que pregunta sin hablar en tu regazo y un vomitivo olor a alcohol se te acerca saliendo del coche... "¿pasa algo?".... Sí, pasa, que hoy algunos nos acordamos del puto día en que naciste cabrón.
Sigue la tarde y vienes, sin ganas, de recoger tus entradas soñadas, dentro de tí y la música que siempre te acompaña, escuchando a Macaco para que te alegre la tarde que se avecina igual de lánguida y boba, pensando en tu día de mañana, ese donde se dirimirá el asunto final en la ciudad de la Justicia, a metros escasos de donde también acabará tu curso de Salud Emocional II que terminó por agotar tu paciencia... y notas que tu brazo cuelga más, que pesa más, que tu bolso naranja se mueve y pesa, y no hace aire y no has metido nada y se sigue moviendo... y metes la mano y te encuentras con otra, delgada, temblorosa, fría, de uñas largas y tras de ella una yonky, que te mira con cara de sorpresa, como echándote en cara que la pilles queriendo llevarse tu cartera. Le preguntas de qué va y su chulo, que no tiene media ostia, se acerca gritando, acusandote de acusarles, estás de vuelta de algunas cosas y de este tipo de historias más, le dejas en claro que no tienes ganas, porque el día es tedioso, lánguido, bobo y anodino, de darle cuatro voces, de regalarle la media ostia que le tumbaría más de lo que ya le ha tumbado la droga, y que mejor se largan con el truco a otra parte, dan pena y lo saben, no dejas que se aprovechen y le dejas claro que... les estás perdonando un ratito de disgusto... y te ríes.
Te acuerdas del ángel que llevas contigo, incluso en días como este, días en que te apetece que te llame alguien que no esperas, en que quieres que los muertos de tu pasado resuciten, que las voces que se fueron en todos tus tiempos de atrás regresen, que una voz te acaricie y te diga que te recuerda, que volver a ver un paciente que sabías retornaría te duele lo justo, momentos donde desesperarse no sirve de nada porque no hay motivo y ahogas tus penas comiendote un dulce de cabello de ángel, haciendo vinagre de fresas para entretenerte y mirando una revista de historia para no pensar en quien no viene, en quien no llama, en quien ya no piensa en tí ni te recuerda, en quien se fué de mala manera, en quien... en quien... en quien...
Y sabes que un ángel te ha salvado la vida, que sus alas azules, esas de tus sueños te hicieron volar de la mala suerte, haciéndote que sientas, que no seas una máquina de pensar, que sólo sientas y disfrutes de tu sentir, aunque por la ventana se vea el cielo gris, las caras tristes de la crisis y los yonkis metiendo manos en bolsos ajenos; encuentras en un mensaje llegado a tu correo, donde una amiga lejana te regala mariposas y alas azules, las ganas de volar, de renacer, de encontrar pieles nuevas, miradas nuevas, risas nuevas y músicas que hagan vibrar tu alma al son de otras almas, aunque se vayan tambien, como los dias. Sí, como esos días que no esperas y llegan y... como los otros, también se van.
Recibes noticias que no quieres y se aguan planes que tenías, visitas deseadas desaparecen por arte de magia y te quedas triste esperando que pronto llegue ese momento en que encontrar lugares comunes para que toquen la misma melodía los dos instrumentos del alma, la vida es así... sorpresiva.
Semanas que son agotadoras y te hacen llegar a la última, esa donde se deshacen todos los entuertos y se ponen sobre la mesa todos los finales para dar inicio a nuevos proyectos que saneen tu mente y tu alma, que permitan a la creatividad renovar tu futuro y dar alas a los sueños azules y malvas que inundan tu locura.
Y vas por un puente, el de siempre, regresas del día meloso y gris, cabizbajo, sin ganas de nada, solo de dormir y desaparecer por un rato y... de sopetón te encuentras a la suerte, un ángel extraño te libra del encuentro con la muerte y hace que un coche se estampe contra la barandilla del puente, quede medio chasis en el aire y tu a dos metros, pegado a un cuerpo que salta de una motocicleta salvando su vida y cayendo en tus brazos. Miras la cara atónita de ojos azules que pregunta sin hablar en tu regazo y un vomitivo olor a alcohol se te acerca saliendo del coche... "¿pasa algo?".... Sí, pasa, que hoy algunos nos acordamos del puto día en que naciste cabrón.
Sigue la tarde y vienes, sin ganas, de recoger tus entradas soñadas, dentro de tí y la música que siempre te acompaña, escuchando a Macaco para que te alegre la tarde que se avecina igual de lánguida y boba, pensando en tu día de mañana, ese donde se dirimirá el asunto final en la ciudad de la Justicia, a metros escasos de donde también acabará tu curso de Salud Emocional II que terminó por agotar tu paciencia... y notas que tu brazo cuelga más, que pesa más, que tu bolso naranja se mueve y pesa, y no hace aire y no has metido nada y se sigue moviendo... y metes la mano y te encuentras con otra, delgada, temblorosa, fría, de uñas largas y tras de ella una yonky, que te mira con cara de sorpresa, como echándote en cara que la pilles queriendo llevarse tu cartera. Le preguntas de qué va y su chulo, que no tiene media ostia, se acerca gritando, acusandote de acusarles, estás de vuelta de algunas cosas y de este tipo de historias más, le dejas en claro que no tienes ganas, porque el día es tedioso, lánguido, bobo y anodino, de darle cuatro voces, de regalarle la media ostia que le tumbaría más de lo que ya le ha tumbado la droga, y que mejor se largan con el truco a otra parte, dan pena y lo saben, no dejas que se aprovechen y le dejas claro que... les estás perdonando un ratito de disgusto... y te ríes.
Te acuerdas del ángel que llevas contigo, incluso en días como este, días en que te apetece que te llame alguien que no esperas, en que quieres que los muertos de tu pasado resuciten, que las voces que se fueron en todos tus tiempos de atrás regresen, que una voz te acaricie y te diga que te recuerda, que volver a ver un paciente que sabías retornaría te duele lo justo, momentos donde desesperarse no sirve de nada porque no hay motivo y ahogas tus penas comiendote un dulce de cabello de ángel, haciendo vinagre de fresas para entretenerte y mirando una revista de historia para no pensar en quien no viene, en quien no llama, en quien ya no piensa en tí ni te recuerda, en quien se fué de mala manera, en quien... en quien... en quien...
Y sabes que un ángel te ha salvado la vida, que sus alas azules, esas de tus sueños te hicieron volar de la mala suerte, haciéndote que sientas, que no seas una máquina de pensar, que sólo sientas y disfrutes de tu sentir, aunque por la ventana se vea el cielo gris, las caras tristes de la crisis y los yonkis metiendo manos en bolsos ajenos; encuentras en un mensaje llegado a tu correo, donde una amiga lejana te regala mariposas y alas azules, las ganas de volar, de renacer, de encontrar pieles nuevas, miradas nuevas, risas nuevas y músicas que hagan vibrar tu alma al son de otras almas, aunque se vayan tambien, como los dias. Sí, como esos días que no esperas y llegan y... como los otros, también se van.
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