La mano se acerca a su rostro y quiere acariciar. El niño se retrae miedoso y tiembla, hace tiempo que nadie, absolutamente nadie, consigue tocarle sin provocar un pánico que surge de lo más hondo de su alma; terror a sufrir aún más y perder lo poco que tiene, a sí mismo.
Un dibujo en un papel deja escapar el miedo en figuras negras de aviones, coches, edificios rotos, gentes muertas, naturaleza seca y bocas abiertas que gritan; el niño tiene cuarenta años y le faltan una pierna, dos dedos, una oreja y lágrimas para llorar dando vida a unos ojos resecos, rojos y abiertos incluso en la noche, por si viene la guerra y le pilla dormido.
Una cuchilla de acero teñida de rojo aparece en el papel y gotas de sangre inundan el blanco del fondo que se vuelve mancha donde el niño está metido quizás para siempre. El grito es aterrador y las vueltas de un cuerpo mutilado sobre el suelo, en danza frenética de dolor y miedo, de babas incontroladas y autolisis mortal, pugnan por acabar con lo alcanzado... el punto donde un niño dormido en el dolor eterno de la guerra y que guarda en su memoria el crujir de un cuello cortado a navaja, el salpicar de una yugular terrible que mancha su pijama blanco y le anuncia la muerte de la madre para siempre, entre hombres que braman justicia al profeta y abandonan, entre sangre caliente a un pequeño que aún recuerda el dolor y el olor de la muerte.
Las sesiones continuan y el hombre ya no es niño, lloró y los ojos son de un azul intenso que mira sin esperanza aún y ya no tiembla ante la mano que se acerca, que recorre unas mejillas enjutas y dibuja una sonrisa suave en labios rojos; un hombre que permite le rocen la espalda y acaricien la cintura, que abre sus dedos a dedos que acarician y danzan dos manos entrelazadas como soporte de fuerza a un pie y otro pie de ojalata.
La memoria del hombre pone fín a la guerra y abre una ventana a un mañana incierto, pero seguro en una tierra nueva que canta y huele a rosas, claveles, patios en flor, romero y jara, inundado del vuelo de gaviotas marinas y colores pasteles en suaves telas de gentes que inundan la playa de la ciudad con luz azul y ojos de paloma picassiana.
Los días pasan entre conciertos en el CCP y el Auditorio, teatros buenos y malos, divertidos y tristes, festivales gays y lésbicos, ferias de las letras y sesiones de lecturas poéticas, canciones de Aterciopelados venidas de Colombia, ferias de los pueblos del mundo y amigos que acompañan, disfrutan del tiempo, el sol y la risa, siempre la risa que cura.
La noche se aproxima y promete un encuentro con la voz cálida de Clara Montes ( http://www.claramontes.es/ ), otro encuentro de esta "Sinfónica Clara", en unión con la Orquesta Sinfónica de Málaga, fruto de uno anterior en la noche fresca de la luna mora de Guaro, nueva en propuestas musicales que, tras este encuentro en Málaga, llevará a Marruecos e inundará de amor y dulzura las tierras calientes de mi tierra adorada y siempre amada, plena de pétalos de rosa, agua fresca de la mañana y olores dulces de la paciencia y el tiempo parado.
Un dibujo en un papel deja escapar el miedo en figuras negras de aviones, coches, edificios rotos, gentes muertas, naturaleza seca y bocas abiertas que gritan; el niño tiene cuarenta años y le faltan una pierna, dos dedos, una oreja y lágrimas para llorar dando vida a unos ojos resecos, rojos y abiertos incluso en la noche, por si viene la guerra y le pilla dormido.
Una cuchilla de acero teñida de rojo aparece en el papel y gotas de sangre inundan el blanco del fondo que se vuelve mancha donde el niño está metido quizás para siempre. El grito es aterrador y las vueltas de un cuerpo mutilado sobre el suelo, en danza frenética de dolor y miedo, de babas incontroladas y autolisis mortal, pugnan por acabar con lo alcanzado... el punto donde un niño dormido en el dolor eterno de la guerra y que guarda en su memoria el crujir de un cuello cortado a navaja, el salpicar de una yugular terrible que mancha su pijama blanco y le anuncia la muerte de la madre para siempre, entre hombres que braman justicia al profeta y abandonan, entre sangre caliente a un pequeño que aún recuerda el dolor y el olor de la muerte.
Las sesiones continuan y el hombre ya no es niño, lloró y los ojos son de un azul intenso que mira sin esperanza aún y ya no tiembla ante la mano que se acerca, que recorre unas mejillas enjutas y dibuja una sonrisa suave en labios rojos; un hombre que permite le rocen la espalda y acaricien la cintura, que abre sus dedos a dedos que acarician y danzan dos manos entrelazadas como soporte de fuerza a un pie y otro pie de ojalata.
La memoria del hombre pone fín a la guerra y abre una ventana a un mañana incierto, pero seguro en una tierra nueva que canta y huele a rosas, claveles, patios en flor, romero y jara, inundado del vuelo de gaviotas marinas y colores pasteles en suaves telas de gentes que inundan la playa de la ciudad con luz azul y ojos de paloma picassiana.
Los días pasan entre conciertos en el CCP y el Auditorio, teatros buenos y malos, divertidos y tristes, festivales gays y lésbicos, ferias de las letras y sesiones de lecturas poéticas, canciones de Aterciopelados venidas de Colombia, ferias de los pueblos del mundo y amigos que acompañan, disfrutan del tiempo, el sol y la risa, siempre la risa que cura.
La noche se aproxima y promete un encuentro con la voz cálida de Clara Montes ( http://www.claramontes.es/ ), otro encuentro de esta "Sinfónica Clara", en unión con la Orquesta Sinfónica de Málaga, fruto de uno anterior en la noche fresca de la luna mora de Guaro, nueva en propuestas musicales que, tras este encuentro en Málaga, llevará a Marruecos e inundará de amor y dulzura las tierras calientes de mi tierra adorada y siempre amada, plena de pétalos de rosa, agua fresca de la mañana y olores dulces de la paciencia y el tiempo parado.
El pijama blanco y su seda desaparecen y las manos entrelazadas descubren un mundo de caricias nuevas, de temblores que acaban y terremotos internos devueltos a un tiempo pasado y acabado, dolor que quedó en dolor y deja vivir, la pierna de ojalata duerme su sueño en una esquina y la libertad permite ser entero sin serlo, dando alas al posible mañana y dejando que un avión de papel vuele sobre los cuerpos sudorosos, provoque risas y adormezca el terror.
Es primavera, huele bien, sabe bien y las palomas mueven sus buches en el alfeizar de la ventana, danzando en busca del amor que huelen tras el cristal.
Es primavera, huele bien, sabe bien y las palomas mueven sus buches en el alfeizar de la ventana, danzando en busca del amor que huelen tras el cristal.
3 comentarios:
Tremenda descripción del horror.
No puede haber peor miedo que el miedo a las caricias, al contacto de otro ser humano... ojala no llegue a sentirlo nunca.
Apertas.
Muy duro pero a la vez esperanzador. "Dolor que quedó en dolor y deja vivir" Hay que aprender a vivir con el dolor, olvidar en lo que se pueda el pasado y disfrutar con cada nuevo amanecer que la vida regala.
Despues de la tempestad, siempre viene la calma.
Vive lo que tienes y disfrutaté y disfruta de todo lo que tienes. Un besito.
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