Unos días de calor agobiante pasaron y se abre, tímida, la luna mora entre nubes bajas que refrescan el ambiente, entra la brisa marina por esta ventana del hombre solo que, agotado, termina el día lanzando su mirada a imágenes traidas de Castilla, captadas por unos "ojos prestados" que viajaron a Salamanca, Valladolid, León... y alma de las piedras, retablos, pinturas, esculturas y gentes, a la leche frita de postre, al buen vino, rincones en la plaza Mayor de Salamanca, donde encuentran un plano imposible al Ayuntamiento, desde la esquina, entre tiendas de oros y recuerdos, bajo el suelo del Cervantes, un bar animado y juvenil que siempre está vivo, allá, cercano al Gran Hotel y junto al mercado de abastos, donde tomarse un vinito con cualquier tapa es un lujo, escuchando un magnífico castellano, entre gentes limpias de cuerpo y alma, acompañado de los olores de morcilla, chorizo y pan recien horneado.
El hombre solo tiene la suerte de ser querido, no entiende el porqué si no hace nada por serlo, una fortuna que aprecia y no dice, que no cuenta ni gusta de presumir, y unos "ojos prestados" le ofrecieron la posibilidad de viajar a su pasado, de llenarlo de nuevo, mirando por su ventana malagueña y llevando la nocturnidad en el atrapasueños malva que rige su regia cama, haciendo caminar el espíritu y la memoria, juntándolos y metiéndolos en San Marcos, la Iglesia que no se sabe..., porque no se sabe si del siglo XII o del XVI, lo que sí se sabe es que allí está la serenidad, el consuelo, la paz, el silencio, el respirar de un viandante por la populosa avenida salmantina, haciendo parada que no fonda en sus bancos de madera, apoyándose en la piedra centenaria y buscando la fonda más abajo, en las calles que rodean la plaza Mayor.
Mis ojos almerienses o sevillanos... o no se sabe de donde, quizás del arte, ojos que saben mirar y luego contarlo, traen el regalo del recuerdo al amigo, de la añoranza agradecida a un acompañamiento simple en el dolor, ser agracedido a lo que ha de ser natural es ser bueno, el hombre solo tendrá la fortuna de poder recibir a su prestada mirada y a la buena conversación que se promete, lo agradece, la compañía, el sentimiento y sobretodo la estima y perseverancia a través del tiempo.
El hombre solo tuvo una vida dificil y afortunada, sigue en ello, y sigue encontrando en su vida gentes buenas que regresan, estan, se silencian y regresan, enseñándole el perdón a la invisibilidad, a lo que separó y ya no está.
De nuevo la mirada propia se vuelve al cielo, a recibir en el rostro la brisa marina, escuchar a las gaviotas y ver en el cielo la luna mora que ha vencido a la vergüenza y se alza victoriosa entre las nubes bajas que traen el frescor a esta ciudad bulliciosa, que se prepara para la feria agotadora, y abre los brazos para recibir al amigo /sevillano y del arte, a mirarle, escucharle y sentirle, al fín, cerca.
Y el hombre solo piensa que... a pesar de todo, sigue siendo feliz.
El hombre solo tiene la suerte de ser querido, no entiende el porqué si no hace nada por serlo, una fortuna que aprecia y no dice, que no cuenta ni gusta de presumir, y unos "ojos prestados" le ofrecieron la posibilidad de viajar a su pasado, de llenarlo de nuevo, mirando por su ventana malagueña y llevando la nocturnidad en el atrapasueños malva que rige su regia cama, haciendo caminar el espíritu y la memoria, juntándolos y metiéndolos en San Marcos, la Iglesia que no se sabe..., porque no se sabe si del siglo XII o del XVI, lo que sí se sabe es que allí está la serenidad, el consuelo, la paz, el silencio, el respirar de un viandante por la populosa avenida salmantina, haciendo parada que no fonda en sus bancos de madera, apoyándose en la piedra centenaria y buscando la fonda más abajo, en las calles que rodean la plaza Mayor.
Mis ojos almerienses o sevillanos... o no se sabe de donde, quizás del arte, ojos que saben mirar y luego contarlo, traen el regalo del recuerdo al amigo, de la añoranza agradecida a un acompañamiento simple en el dolor, ser agracedido a lo que ha de ser natural es ser bueno, el hombre solo tendrá la fortuna de poder recibir a su prestada mirada y a la buena conversación que se promete, lo agradece, la compañía, el sentimiento y sobretodo la estima y perseverancia a través del tiempo.
El hombre solo tuvo una vida dificil y afortunada, sigue en ello, y sigue encontrando en su vida gentes buenas que regresan, estan, se silencian y regresan, enseñándole el perdón a la invisibilidad, a lo que separó y ya no está.
De nuevo la mirada propia se vuelve al cielo, a recibir en el rostro la brisa marina, escuchar a las gaviotas y ver en el cielo la luna mora que ha vencido a la vergüenza y se alza victoriosa entre las nubes bajas que traen el frescor a esta ciudad bulliciosa, que se prepara para la feria agotadora, y abre los brazos para recibir al amigo /sevillano y del arte, a mirarle, escucharle y sentirle, al fín, cerca.
Y el hombre solo piensa que... a pesar de todo, sigue siendo feliz.