La mañana se presenta más fría de lo habitual en mi reino soñado, me gusta levantarme temprano, quizás sea costumbre de viejo que me va llegando o el alma que durmió suficientes horas tras el ajetreo del viernes, de las risas, de los gritos, las carreras tratando de perseguir a la pequeña de un año que escapa huyendo con toda la alegría que puede albergar su cuerpecito, queriendo liberarse de las manos que luchan por atraparla, segura de su dominio en esa gran libertad que descubrió, el andar.
Mi santo reino jiennense me abre la puerta de lugares nuevos, historias nuevas, el archivo provincial y su claustro hermoso, el de los cuatro cipreses y la pequeña fuente enmedio; casas que se caen y levantan transformando una ciudad que vive en sus calles, sus tabernas y sus pequeñas placitas. Me gusta caminar por Jaén, es lo que hace la gente en las noches que no encuentra lugar donde ir, pasear, una ciudad de paseantes, de miradas y charlas, de gente discreta, ojos negros y hombres enjutos.
Mañana fresca donde los ochíos mojados en café con leche traen de nuevo, tras el sueño reparador, la actividad frenética que dos niños pueden aportar a un hogar feliz, porque estoy en un hogar feliz, donde las caricias se regalan a chorros, donde los gritos de emoción son continuos, donde cada uno corre su carrera a su propia velocidad y donde la humildad es esencia de este mundo feliz que han logrado mis seres queridos; el día se va rellenando y vendrán tartas de crema y canela, sabores a marisco y paella, el café calentito que unas manos incansables de persona buena que me quiere traeran tras la siesta... !Que bien sabe que te mimen, que te cuiden¡¡¡
Y es que aquí se cuida a las personas, se las mima, se las quiere, se piensa en los pequeños detalles que hacen la vida más agradable a los demás, se piensa en los demás, es una casa y familia sanas.
El hombre solo se siente afortunado y triste, el tiempo pasa como en un suspiro y quedan dos días para el retorno a su hogar, donde también es feliz, pero solo; el mar me espera para que le cuente lo que ví y esta sierra hermosamente dura y fría quedará atrás habiéndome regalado nuevos tiempos, nuevos recuerdos, nuevas miradas y encuentros inesperados con gentes que creí haber perdido y sin embargo una mano amiga descubre que no, que la humildad permite conservar lo puro, la esencia, el cariño, lo que queda siempre entre dos seres humanos y les une para siempre.